miércoles, 23 de mayo de 2012

Penumbra y adiós

Hubo alguna vez, lo que yo llamo, el apogeo del amor. 
Surgió en mayo de hace algunos años atrás. Existió lo que llamé la perfección, pero olvide su calor y sus manos.  
Existieron los meses de la serenidad, de la diversión de dejarse llevar el uno por el otro. 
Estuvimos completos, pero sin amor. Nuestras risas podían oírse hasta el otro extremo de la ciudad, donde viven los vacíos. El período donde no hubo obstáculos para la perfección sin amor. ¿Acaso debo pensar que entonces, no es posible que existan ambas cosas al mismo tiempo y con la misma persona? 
En un momento de la caminata donde íbamos ebrios y muertos de risa, quizás por el éxtasis, lo perdí algunos meses, no sé en qué parte de la ciudad nos habremos escondido el uno del otro, pero sin duda nos estábamos buscando. Me senté a esperar un poco cansada y quizás aún mas borracha que antes, y lo volví a encontrar y las flores se despertaron con la aparición del sol. 
Fue largo nuestro trayecto pero una noche, el éxtasis nos abrumo, y su rostro se deformó. No quise más sus manos en mi piel, sólo veía un monstruo, de quien quería huir, el monstruo más dulce y bondadoso. 
Comencé a caminar hacia atrás con pasos lentos, asustada, me siguió sin darse cuenta de mi desesperación, seguí caminando un poco más rápido, más y más veloz, corrí muy fuerte, él me seguía, yo no miraba hacia atrás, corría detrás de mí, hasta que cayó mal herido, yo no me volví siquiera a mirarlo, y seguí mi camino a toda velocidad, lo dejé atrás, en la penumbra, en el amanecer, en el dolor. Toda esa perfección se transformo en lo que luego llamé horror.
Dejé una vez más, plantado al amor en un jardín donde sabía que no podría volver, porque olvidé el camino de tan veloz que huí. 

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