viernes, 12 de agosto de 2011

Esperar la tormenta.

La ciudad estaba húmeda hacía días... en pleno invierno, los pisos estaban mojados y no había llovido en Buenos Aires, la gente podía andar en remera, y nos creíamos en primavera. Pero sabiamos que la tormenta iba a ser grande alguno de estos días. Ahora mismo, cuando la noche se aleja y empieza a aclarar, re pueden escuchar los primeros truenos, y el cielo totalmente cubierto pero la noche fue muy calma, el día también. Nos sentamos a esperar, algo, durante toda la larga y eterna noche, quizás era la lluvia que aún no comienza. Hablamos acerca de todos nuestros miedos, estabamos como el clima, con todo en la garganta a punto de lanzarlo, estaban las palabras atascadas ahí, para liberarlas todas, paulatinamente. Pero sabiamos que esas no eran la lluvia, sabíamos que la verdadera, iba a ser cuando afrontemos todos esos miedos, y los truenos que ahora llegan, asustan aún más, anticipando lo difícil que va a ser pararnos ante ellos, o descubrilos, enterarnos de la verdad. Quizás, nos sentamos a esperar la lluvia porque sabiamos que era la calma que le antecedía, y queríamos que no acabara nunca. Tratamos de hacerla que dure todo lo posible. Ahora estoy sola, y el sueño no llega, y tal vez, todas los planes para un hermoso día caluroso de humedad invernal, no serán posibles, porque ya se sabe que va a estar lloviendo y vamos a tener que guardarnos en nuestras casas, y hablar, y mirarnos a la cara, pero también puede que nos guardemos y tambíen los miedos, y no sé qué es peor. Porque, al menos el día hermoso a la interperíe tampoco nos los quitaría pero, dentro de casa mirándonos las caras, no nos harían olvidar de nada. 
En el barrio la gente se comienza a movilizar para comenzar la rutina de la semana y afrontar el último día de la semana, todo eso me recuerda que no he dormido aún, y que debería hacerlo, pero no tengo deseos de hacerlo aunque toda esta noche ya me trajo un leve dolor de cabeza. 
Espero que no estemos juntos solo por el miedo a quedarnos solos. 
La lluvia comenzó a caer, y en realidad me relaja bastante. Tal vez, tenga una mañana de sueño formidable y aunque no pueda salir a pasear, voy a tenerte en mis brazos y voy a cuidarte hasta que se te pase el miedo por la tormenta, y decidas afrontar los otros. O yo decida hacerlo con los míos, porque es probable que la única que los tenga sea yo.